Es lícito sentirse triste en Navidad. Por enfermedad, duelo, ausencias, soledades, accidentes, incidentes, discrepancias, agotamiento, problemas económicos, dificultades profesionales, etc. En una época especialmente ruidosa y propensa a las compras y a la fiesta, a las comilonas y a la gran familia, hay personas que necesitan silencio y retirada. Esto está bien y es deseable. Sin embargo conviene distinguir el sentimiento normal del patológico.
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