La persona hipocondriaca decide que tiene una enfermedad grave en cuanto atisba un lunar, una descamación en la piel, cierto ritmo cardiaco, una contractura muscular o, no digamos, cualquier abultamiento. Y cuando los médicos (porque acude a un rosario de segundas opiniones) le certifican que no tiene nada, entonces se enfada. Está dispuesto a tomar los fármacos que sea, a ingresarse en un hospital o incluso a preparar su muerte (dónde quiere ser enterrado, con qué música, etc.) antes de admitir que padece hipocondria, una enfermedad en la que los males físicos son producto de la fantasía. Pero más que a la muerte, su miedo fundamental es que la enfermedad le obligue a ser dependiente de otros. ¿Cómo se llega a ser hipocondriaco? ¿Qué soluciones hay para esta patología?
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